Mientras salíamos de la oficina de la duquesa, me giré hacia ella y sonreí:
—Dama Isabela, todavía hay tiempo para la cena, ¿por qué no va y le hace una visita a su alteza, el Duque Casio? Estará muy feliz de verla.
Me miró con sorpresa en sus ojos, que se ensancharon primero y luego se estrecharon hacia mí. Estaba segura de que pensaba que era algún tipo de estratagema.
Pero en el siguiente segundo su expresión se iluminó y asintió con la cabeza.
—De acuerdo, su alteza, entonces nos encontraremos directamente en la cámara de Killian.
—¡Esa confianza, eh! Aun sabiendo que podría ser una trampa, todavía fue a ver a Casio, seguro que estaba enamorada de él. ¿Y él también lo estaba! —comenté, como si finalmente hubiera descubierto el mayor secreto de mis dos vidas. Por eso él nunca me correspondió.
Si lo pienso desde una tercera perspectiva, este hombre también es digno de lástima. Para mantener su estatus de archiduque no podía formar un matrimonio formal con la persona que amaba. Por supuesto, desde el punto de vista de una duquesa y esposa, no había desperdicio como él.
Regresé a mi cámara para llevar a cabo mi plan.
—Lina.
—Sí, su alteza.
—Dile al mayordomo que venga a verme con la lista de criados y criadas de esta casa. ¿Y dile que se dé prisa, no tengo mucho tiempo?
—Sí, su alteza —respondió haciendo una reverencia y se fue.
—Kate, ve y llama al chef que se encarga de la cámara del señor —ordené con rapidez.
—Sí, su alteza —hizo una reverencia y se fue.
—Daisy, trae algunas rosas blancas frescas del jardín —continué.
—Sí, su alteza —también se fue haciendo una reverencia con su cabeza.
—Norma —es la última.
—Sí, su alteza —se adelantó, pero sin titubeos ni miedo, las cosas estaban mejorando.
—¿Recuerdas cuando llegué aquí y tenía una alergia al perfume que su alteza me había regalado, y te pedí que lo guardaras con cuidado porque no quería tirarlo?
—Mira qué tonta era, incluso guardé cosas que me hacían daño solo porque él era quien me las había dado.
—Sí, su alteza —respondió después de una pausa.
—Ve y tráeme ese perfume —respondí con una sonrisa maliciosa formándose en mi rostro.
—Sí, su alteza —también salió corriendo después de hacer una reverencia.
—Espero que las cosas no se descontrolen mucho. Aunque sería divertido.
Miré el tiempo una y otra vez esperando que volvieran. Lo que parecía una eternidad pero que resultó ser solo quince minutos según el reloj, empezaron a volver.
Primero volvió Norma, con una hermosa botella roja en su mano.
Miré el jarrón tallado en forma de rosa que había recibido como regalo.
Justo entonces Daisy entró, con un ramo de rosas blancas frescas.
—Daisy, tráeme un vaso de agua.
—Sí, su alteza.
—Norma, ¿puedo confiar en ti? —le pregunté a la única chica que quedaba en la habitación.
—Su alteza —ella preguntó, confundida por mi cuestión.
—Tú trabajas para mí, Norma, sea correcto o incorrecto. Yo soy a quien sirves. Así que dime, Norma, ¿puedo confiar en ti?
—Sí... sí, su alteza —respondió con algo de vacilación, pero su voz me decía que estaba diciendo la verdad.
—Muy bien —asentí con la cabeza y le hice señas para que se acercara.
Le susurré al oído, ya que las paredes tienen oídos. Sus ojos se abrieron de par en par cuando escuchó lo que quería que hiciera. Tragó saliva, el miedo se podía ver claramente en sus ojos.
Estaba a punto de negar con la cabeza y pedir disculpas, pero cuando nuestros ojos se encontraron, tragó saliva de nuevo y asintió, manteniendo la vista baja.
—Bien, pero recuerda solo hacer eso si algo sucede durante la cena. Si todo sale bien, no habrá necesidad de hacer nada —asintió de nuevo.
—Entiendo, su alteza —sonreí, uno menos. Faltan dos.
Justo entonces Daisy regresó con un vaso de agua. Apenas tomé un sorbo y se lo devolví cuando vi a Kate regresar con el chef real.
—Saludos a su alteza —me saludó haciendo una reverencia con su cabeza.
—Lamento haberte llamado tan repentinamente, Marcus, ese es tu nombre, ¿verdad?
Sus ojos se abrieron al escuchar mi disculpa, se inclinó aún más.
—No, su alteza, debería ser yo quien se disculpe por tardar tanto en venir aquí —se disculpó.
—¿Así que sabes que llegaste tarde? —respondí riéndome.
Vi sudor en su frente, su rostro enrojeciendo.
—Te llamé para que revisaras nuevamente toda la comida, Marcus, no debe haber frutas del bosque en la comida, sin importar qué. Cualquier error y perderás tus manos —lo amenacé complétamente ignorando su cuerpo tembloroso y retrocedí.
Él tragó saliva, el miedo germinando en sus ojos.
—Así que, ya preparaste algo con frutas del bosque, ¿verdad?
Él se estremeció ante mi tono frío, miró sus manos temblorosas e inmediatamente se arrodilló.
—Su alteza, la Dama Isabela envió a su criada para pedir tartas rellenas de frambuesas y arándanos, justo antes de que me citaran aquí —su voz temblaba pero ya no me importaba.
Mis manos se apretaron, así que mi temor no era en vano. Casio e Isabela estaban haciendo eso a conciencia. Ese hombre frío ni siquiera se preocupó de que era su hijo cuya vida estaba en juego.
Y tienen el coraje de llamarme villana, muy bien.
—Marcus, rellena la tarta con mermelada de piña mezclada con colorante rojo, debe parecer frambuesa pero no debe serlo —le ordené y él asintió con la cabeza como un tambor de mano.
—Salgan todos de la habitación —ordené y cada criada abandonó la habitación.
Marcus dio un suspiro de alivio, pero justo cuando se levantó para irse, lo detuve
—Tú no, Marcus. Tengo una tarea muy importante para ti.