—¿Está bien, su majestad? —preguntó Beth.
—¿Qué podría pasarme, Beth? ¿Están todos los papeles listos por hoy?
—Sí, su majestad.
—¿Has notificado a todos los oficiales que deseo reunirme con ellos uno por uno?
—Sí, su majestad.
—¿Has fijado una reunión con ese aristócrata de mi imperio?
—Sí, su majestad.
—Bien, has hecho un buen trabajo, Beth.
—Es un honor servirle, su majestad. —Simplemente asentí con la cabeza.
—Retirémonos esta noche, hemos hecho mucho por hoy.
—Sí, su majestad.
Salí de la oficina exhausto. Fue un largo día y casi limpié toda mi cámara, me deshice de todas las plagas y topos y revisé todos los archivos de los últimos tres meses.
Y estaba seguro de que continuaría así los próximos días también.
—Su majestad, su cena.
—Sí, me gustaría cenar en el jardín.
—Sí, su majestad. —La cena se sirvió mientras yo seguía mirando hacia la distancia. La noche estaba estrellada con una luna creciente. Era muy hermosa.
—Pruébalo.
—Perdón, su majestad.