—Padre, ya que estás aquí, ¿por qué no comes con nosotros? —preguntó con una voz llena de anticipación. Me mordí los labios al darme cuenta de que él se sentiría herido de nuevo si Casio lo negaba, ya que ya estaba dolido con el incidente que ocurrió con Isabela.
—Killian, estoy de ronda, estoy disfrazado de un plebeyo, no de duque, no puedo sentarme y comer contigo —dijo Casio y supe que tenía razón, solo crearía más rumores y dudas ya que los plebeyos no sabían quién era él.
Pero cuando miré la cara triste de Killian, me sentí mal.
—Killian, tu padre tiene razón, tiene trabajo que hacer, ¿por qué no organizamos una cena juntos esta noche? —pregunté y ambos me miraron sorprendidos.
—Si tú... —Antes de que pudiera retractarme al ver sus caras sorprendentes, Killian abrazó mi cintura.
—Gracias, madre, siempre sabes lo que quiero —Su voz sonaba tan agradable al oído que asentí, sin importarme lo que él pidiera.