Nos sentamos en el carruaje para ir a la ciudad, pero mi mente todavía estaba aferrada a las palabras que intercambié con Ian hace un momento. Espero haber tomado la decisión correcta, pero la ansiedad todavía estaba desgarrando mi corazón,
—¿Estás bien, Mari? —preguntó Roselia y finalmente asentí, volviendo en sí.
—Hace tiempo que no íbamos todos juntos a la ciudad —añadí y ella sonrió.
—Sí, no sabía que tía y Dami también nos acompañarían, de lo contrario habría pedido permiso y me habría unido a ellos —dijo con un suspiro e hice una mueca.
—Aún así vas con nosotros, ya sabes —añadí y ella me lanzó una mirada fulminante.
—Voy como tu caballero, no podré sentarme contigo a elegir la ropa y ni siquiera podré probarme ropa y comprarla —dijo inflando sus mejillas mientras yo negaba con la cabeza.
—¿Madre, hermano Damien también nos acompañan? —preguntó Killian, sorprendido y yo asentí.