—Ya que estabas aquí para disculparte conmigo, lo correcto es que lo hagas ahora —añadí como si fuera lo más obvio a hacer.
Tanto la madre como la hija me miraron como si estuviera loca, pero las caras serias de todos cambiaron sus pensamientos. Miraron a la Baronesa Veronica que ahora estaba en silencio. Ella también le tenía miedo a Casio, ya que su poder solamente se mostraba frente a otras mujeres. Tch... y ¿dónde estaba la otra? Miré alrededor pero no pude verla.
—Me disculpo, su alteza, debí haber aclarado el malentendido antes de culparla, espero que pueda perdonarme —dijo ella inclinando sus rodillas en una reverencia y yo asentí.
—Te perdonaré, señora Isabela pero no lo olvidaré jamás, así que espero que no se repita en el futuro o de lo contrario el camino a la prisión siempre estará abierto —amenacé abiertamente, era este el momento de mostrarles quién era el propietario aquí.
—Sí, su alteza —hizo otra reverencia y decidió caminar cuando miré a su madre,