—Quiero decir que siempre has tenido un corazón fuerte —dije después de una larga pausa que ni yo misma creería en la excusa que di.
Pude ver sus caras rojas y puños cerrados, pero lo ignoré completamente.
—Killian, ¿está enfermo Casio? ¿Por qué eres tú quien está organizando la fiesta con tu madre? ¿O es que Casio una vez más se negó a organizar la fiesta con tu madrastra? —preguntó Monique Adelia, con una cara preocupada, pero pude ver la sonrisa burlona que intentaba ocultar.
—Quiero decir que debe estar ocupado con su trabajo, mi niño —ella agregó justo como lo hice yo, pero mi rostro no tenía ni un atisbo de ira como ella esperaba.
Ella se sorprendió al ver la sonrisa burlona que le ofrecí. —Casio se había ido a reunirse con el padre de su majestad para obtener la sanción del nuevo proyecto de ley de impuestos, el que fue opuesto por los comerciantes de los plebeyos —mentí, ya que no sabíamos por qué estaba allí Casio, y nadie más lo sabría.