Escuchó a Killian reír, y solo entonces volvió en sí.
—Fue un chiste muy divertido, debo decir —soltó una risa forzada, pero nadie se unió a él. Todos lo miraban con total seriedad.
—Pido disculpas, mi señora, no quise decirlo de esa manera, quiero decir que las personas enfermas generalmente se sienten débiles, pero debería haber sabido que una mujer fuerte como usted nunca podría sentirse débil —dijo con una reverencia cortés y yo asentí. Dado que ya se había disculpado, entonces no había nada bueno en continuar.
—Entonces, ¿están listos los preparativos para la fiesta de mañana, Marianne? —preguntó con cierta seriedad, finalmente hablando algo útil.
—Sí, mi señor, ya casi terminamos, recibirá su tarjeta de invitación por la tarde —dije y él asintió con una sonrisa.