Ya fuera que tuvieran hambre o no, Song Gong podía ver fácilmente a través de sus sentimientos. Su vergüenza era palpable.
Song Gong rodeó con sus brazos los hombros de los dos individuos y habló con una sonrisa cálida:
—No hay necesidad de culparse aquí. Esta situación no tiene nada que ver con ustedes. Los demás eran simplemente demasiado codiciosos y no querían esforzarse lo necesario. Naturalmente, sus esfuerzos fracasaron. Pero ustedes dos son diferentes. Por eso estoy dispuesto a aceptarlos como mis aprendices.
Los ojos de los dos se iluminaron, y preguntaron ansiosos:
—Entonces, ¿quieres decir que nos aceptarás como tus aprendices de verdad?
Song Gong soltó una risa y los tranquilizó:
—Absolutamente. Aunque no sea un caballero, mi palabra es mi compromiso. A partir de hoy, ambos son oficialmente parte de mi Familia Song. Son uno de nosotros.