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Después de calcular varias veces, la Anciana Bai finalmente habló. Su rostro, oscurecido por la ira, se transformó en una sonrisa forzada mientras empezaba a hablar:
—Tengo que decir algo, necesito hablar. Antes estaba confundida. Pero ahora lo entiendo, comprendo.
Yang Sigen no tenía realmente la intención de tomar medidas legales contra la Familia Bai. Sin embargo, 10 monedas de plata eran una suma considerable, y él no podía simplemente permitir que se las llevaran. Si no estaban dispuestos a devolverlas, pensó que lo mejor sería emplear esta táctica.
—Basta de tonterías, devuelvan mi dinero rápidamente. Entonces podremos dejar este asunto atrás —respondió Yang Sigen sin demora.