Cuando Zhao Sue sacó el tema del campo de batalla, Bai Zhi notó un cambio distinto en su expresión. Su rostro brevemente reveló un atisbo de miedo, como si ella hubiera soportado personalmente los oscuros tiempos de la guerra.
—Cuñada, ¿algún miembro de tu familia ha servido en el campo de batalla? —preguntó Bai Zhi, fijando la mirada en los ojos de Zhao Sue. Se le había ocurrido que Awu era hábil en artes marciales, con una cicatriz en su rostro y cicatrices irregulares en varias partes de su cuerpo que ocasionalmente se asomaban mientras trabajaba en los campos, parecidas a heridas de espada.
Awu nunca había compartido su pasado con ella, por lo que se abstuvo de indagar, pero eso no significaba que su curiosidad estuviera completamente apaciguada.
Zhao Sue dudó un momento. Aquellos recuerdos de su pasado que había intentado tanto enterrar, quizá no deberían ser desenterrados.
Observando la reticencia de Zhao Sue, Bai Zhi decidió no presionar más y dijo: