La habitación era inquietante y silenciosa.
Yo estaba sentada en un taburete aún atada y vendada. Después de que terminó la subasta, me llevaron lejos y he estado sentada aquí desde entonces. Ni siquiera me dieron algo de comer y no puedo ni protestar.
Un sonido chirriante capturó mi atención. Debe ser la puerta, el sonido de pasos acercándose me hizo estar alerta.
Era una persona. Otro taburete fue arrastrado más cerca al mío y la persona se acomodó en él, frente a mí. Podía sentir una mirada sobre mí y tragué saliva.
Después de un momento de silencio, él habló.
—Abre las piernas —exigió, su voz era grave pero agradable.
—¿Q-qué?
—Bien abiertas, ábrelas —abrí mis piernas mientras estaba sentada en el taburete pero mi cuerpo tembló cuando sus dedos fríos tocaron mi cuerpo cálido. Tocó gentilmente mi muslo derecho—. Una marca de nacimiento en forma de corazón en el muslo interior derecho.
¿Ah? ¿Así que eso es lo que quería ver?
—¿Eres tú quien me compró?
—Así es.
—¿Entonces qué vas a hacerme?
—¿No deberías preguntar quién soy?
—¿Importa eso?
Él no pareció gustarle mi respuesta, tirando de mi cadena del cuello me sacó del taburete, entre sus piernas y sostuvo mi cara con una mano.
—Pronto importará —susurró en mi oído.
—¿Señor? —otra persona entró en la habitación—, ¿le agrada? —parecía uno de los subastadores.
—No mucho. Pero me la llevo. Ya la compré de todos modos.
—Muy bien entonces. Le pondremos el collar de esclavo y la entregaremos en su condominio.
—No. Me la llevo conmigo ahora mismo. Tienes una hora para hacer todos los arreglos.
—Pero
—He dicho, una hora.
—Sí, señor.
Mi dueño se levantó mientras me soltaba y salió caminando.