Todas mis cadenas fueron quitadas.
Se sentía bien.
Me sentía más ligera.
Me dieron un vestido, con el tacto del mismo, parecía que tenía un poco de bordado al final mientras que el resto era liso. Toqué mi cuello entonces alguien me dio una bofetada en la mano y colocó otro collar alrededor de él. Era más suave, nada que ver con el material metálico. Era solo un collar sin cadena adjunta.
—¿Qué es esto? —pregunté a la persona que me lo había puesto pero supongo que no me consideró lo suficientemente importante como para responder eso.
Me senté en el mismo taburete otra vez cuando alguien entró de nuevo.
—¿Está lista? —Era mi dueño. Reconocí su voz.
—Sí, señor. —El subastador se acercó a mi dueño y le entregó algo—. Señor, esto está conectado a su collar. Solo funcionará con sus huellas dactilares. Mientras más tiempo mantenga su dedo sobre esto, más tiempo recibirá ella una descarga eléctrica, más presión ejerza sobre ello, más fuerte será la descarga.
¿Qué diablos? ¿No era suficiente con ser vendida como esclava?
—Ya veo.
—¿Le gustaría probarlo, señor? —El subastador le dijo y le susurró algo más también que no pude escuchar bien.
—Claro. —Su respuesta me hizo temer. Definitivamente iba a ser una pesadilla. Apriete mis puños e intenté prepararme para el impacto.
—¡Ah! —Chillé cuando sentí un pequeño corriente pasar por mi cuello. Fue muy breve, solo suficiente para sentirlo.
—Así que realmente funciona. Bien. Trae a la chica a mi coche. —Exigió.
—Enseguida, Sr. Xander.
¿Xander? Qué nombre tan extraño.
Oí algunos pasos que se alejaban y otros que se acercaban a mí.
—Levántate, chica. —El subastador agarró mi brazo y me arrastró con él, solo entonces me di cuenta, me dieron ropa, pero no me dieron zapatos.
***
Me lanzaron dentro de un coche, parecía el asiento del pasajero. Cerraron la puerta del coche y me enderecé.
—Puedes quitarte la venda. —Oí la voz de mi dueño mientras arrancaba el coche.
—No puedo, lo intenté.
—Hmm. —Después de un momento de reflexión, pisó el acelerador.
—¿Podría quitármela por favor?
—Esa fue una manera impolita de preguntar.
¿Impolita? ¿Cómo? Pregunté con un tono normal… incluso dije por favor.
...
—¿Podría quitármela por favor, maestro?
—Así está bien pero no.
—¿P-por qué?
—Porque no quiero. —Parecía que se estaba divirtiendo.
—Pero no he visto la luz en dos días. ¿Por favor? —Rogué, la constante oscuridad me estaba volviendo loca pero él no me respondió—. ¿Maestro?
—Ya veré. —Fue todo lo que dijo y continuó manejando.