Savannah soltó un suspiro de alivio, pero luego frunció el ceño.
—¿Y si la Abuela Rowe se negaba a devolverle ese documento? —Todavía estaba un poco preocupada.
—Hay maneras y medios. No te preocupes, Srta. Schultz. —Garwood la consoló.
—Garwood, no le digas a Dylan que sé esto.
—Lo sé. —Garwood asintió de inmediato. De hecho, se le había dicho que no le contara a la Srta. Schultz para que no tuviera que preocuparse por ello.
Después de unas palabras con Garwood, Savannah regresó a su habitación.
El hombre en el sofá estaba durmiendo profundamente. Parecía... estaba realmente exhausto. Este problema realmente lo había consumido.
En su mente, él siempre era poderoso y valiente, y ninguna dificultad podría jamás obstruir su paso. Pero nunca pensó que un hombre tan fuerte también podría estar cansado.
Ella tomó la manta de la cama y se la puso encima. ¡De repente, su mano fue agarrada y fue arrastrada hacia sus cálidos brazos!