Charlotte le lanzó a Dylan una mirada suplicante, temiendo que él todavía insistiera en enviarla lejos.
Dylan le echó un vistazo a Viejo Sterling y no dijo más. Cargó a Kaiden hacia el comedor y lo colocó en el asiento infantil ajustable. Luego se sentó frente a Kaiden.
Charlotte soltó un suspiro de alivio. Lo siguió y se sentó junto a Dylan y silenciosamente acercó la silla hacia él.
Podía oler el fascinante y fresco aroma de este hombre enigmático y escuchar su respiración.
Después de tres años, finalmente podía estar tan cerca de él otra vez.
Vino a LA en secreto sin decírselo a su hermano y visitó a Viejo Sterling con una excusa. Todo había valido la pena.
Charlotte sintió su corazón latir con emoción, pero la voz de un niño llegó a tiempo.
—¡Quiero sentarme ahí! —exclamó el niño.
Dylan miró a su hijo, quien señalaba el lugar donde él estaba sentado.
—Kaiden, ¿por qué quieres tomar el asiento de tu papá? —Viejo Sterling preguntó entre risas.