—Savannah era como una gatita perdida en el bosque, aislada, indefensa y asustada —murmuró él—. Kevin, frente a ella, era la única esperanza. Sus palabras de consuelo la tranquilizaron durante un tiempo. Finalmente, asintió y se acostó.
Kevin la arropó en la cama y pulsó el timbre.
Un momento después, entró el doctor. Kevin se levantó y describió cómo se sentía Savannah. Sorprendido por lo que dijo Kevin, el doctor pidió apresuradamente a la enfermera que llevara a Savannah a la sala de exámenes para una exploración más profunda.
No fue hasta la tarde que Savannah fue enviada de vuelta a la habitación. Comió algo de gachas y se sintió soñolienta de nuevo. Pero temía que Kevin, el único con quien ella estaba familiarizada, desapareciera. Acostada en la cama, mantuvo los ojos abiertos a la fuerza y miró a Kevin. No se atrevía a dormir.
El corazón de Kevin se dolía por ella. Se sentó en el borde de la cama y sostuvo su mano fría.