—Dylan levantó el dobladillo de su falda. Su dedo se deslizó por la delicada puntilla y lentamente circuló a su alrededor. Antes de que Savannah reaccionara, él introdujo su dedo en ella, y Savannah gimió.
De repente se despertó. ¿Él hacía esto en plena luz del día? Aunque estuvieran en su finca privada, sin nadie alrededor, se había pasado...
¡Maldición!
Lo que le hizo sentir más vergüenza fue que casi se perdió bajo sus hábiles dedos. Olvidó que no se habían reconciliado, y su cuerpo respondió honestamente...
¿Cómo podía estar pasando esto? Tenía que estar embrujada por él…
O, como dijo García, ¿ella tenía sentimientos especiales por él y no podía dejarlo?
Dylan retiró su mano. Estaba a punto de llevarla al pabellón para continuar cuando Savannah lo empujó con todas sus fuerzas.
Se retiró unos pasos y rápidamente recuperó la compostura, diciendo sarcásticamente:
—¿Me llamaste para hacer esto, señor Sterling?
