Savannah se sonrojó con vergüenza, y su corazón latía como un colibrí. Mirando a su alrededor, suspiró aliviada al ver que no había nadie en la puerta.
—¿Por qué no te ves nerviosa en absoluto? ¿Cuántas veces te has casado? —preguntó Savannah, con la voz amortiguada.
—Ocho veces y pronto tomaré la novena —bromeó Dylan, después de pensar un minuto o dos.
Savannah soltó una risita, dándole suavemente en el pecho en broma. Luego puso su mano en la de él, caminando hacia la oficina con él.
Cuando salieron de la oficina del secretario del condado, había una hoja de papel en la mano de cada uno.
¿Realmente estaba casada? Savannah se quedó embelesada en la puerta, fijando sus ojos en la licencia de matrimonio.
Era una chica soltera esta mañana, y ahora se había convertido en su esposa.
Nunca pensó que este día llegaría para ella.