Damon abrió de golpe la puerta del dormitorio y marchó hacia el interior de la habitación. Aila levantó la vista de su teléfono y miró a su compañero, sorprendida por la energía erizada que emanaba de él. Aila arqueó la ceja expectante y esperó una explicación.
En lugar de eso, él avanzó rápidamente y la levantó, girándola en el aire hasta que ella se encontró sentada encima de Damon en el sofá, con sus rodillas a cada lado de él. Aila miró hacia sus ojos plateados fundidos. —Veo que tuviste una noche larga... —comentó.
Damon miró hacia abajo a las gotas de sangre empapadas en la camiseta azul marino que llevaba. —Darren no es más que una herramienta para Lidia. Ella no le dice nada importante, pero una vez más, demostró ser un capullo —explicó.