Entre todas las personas que podrían abandonarla, Keira nunca esperó que fuera Adrian Sinclair. Él la había deseado durante meses, y aun sin eso, realmente se había encariñado con su amistad. ¡No ahora!
—¡Él la había dejado!
Ella podía cuidarse sola, pero los músculos de este tipo...
No iba a ser fácil...
—¿Sería expulsada de Colmillo Roto para siempre? Bueno, eso no era una pérdida total. Había muchos otros lugares a los que podría ir si alguna vez sentía esta necesidad de beber y bailar nuevamente.
Cuanto más lo pensaba Keira, más molesta se sentía.
—¿Cuál es tu problema? —exigió y comenzó a girar alrededor. Las luces se mezclaron, y se sintió mareada.
El pie de Keira se enganchó en algo y tropezó hacia un lado, pero el extraño la estabilizó. Su toque era eléctrico, enviando ondas de calor y deseo directamente a su núcleo. Dios, debían haber sido los colmillos de Adrian y el excitarse en sus brazos lo que hacía que el toque de un extraño se sintiera tan condenadamente bien.