—No hay tiempo que perder —respondió Casio a su pensamiento de manera casual—. Un ejército de licántropos no es suficiente, lamentablemente. Pero tengo a muchos que siguen mis creencias, y ser el Rey Vampiro sí viene con sus peculiaridades.
Un ejército de licántropos no era suficiente. ¿Cuántos vampiros estaban llegando?
Aila miró la expresión triunfante de Casio, lo que le hizo hervir la sangre. Él pensaba que la tenía en la palma de su mano. Lo había tenido antes, pero no ahora. El vampiro estaba llevando esto demasiado lejos. ¿Dominación mundial? Qué idiota.
—Casio siseó en su dirección, su mano instantáneamente alrededor de su cuello en un flash. Con sus colmillos reluciendo ante ella, era una advertencia para que vigilara sus pensamientos. Sus dedos se clavaban en su piel, pero no dolía, ni estaba tratando de hacerle daño a propósito. Ella podía saberlo a través del lazo. Pero su velocidad vampírica aún era sorprendente incluso para ella.