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—¿Sabía Casio que estaban allí? No, no, mantén tus pensamientos bajo control —Aila redirigió sus pensamientos de vuelta a los vampiros que pronto se quemarían en el sol. Justo cuando lo hacía, sintió a su maestro deslizándose en su mente como dedos fríos enrollándose a su alrededor, intentando descubrir algo que ella podría estar ocultando. Aila se concentró en su ira, lo que hizo que sus encías dolieran y su garganta ardiera. Era demasiado fácil caer presa de esa necesidad de sangre, esa necesidad de poder. Era como una droga, y se aseguró de usarla a su favor en ese momento.
—Casio sonrió, y Aila se relajó ligeramente después de sentir su poder desvanecerse de su mente mientras él daba unos pasos hacia atrás hacia el castillo, lanzándole una mirada por encima del hombro y llamándola —¿Segura de que no tienes hambre?