Aila dejó escapar un largo suspiro tembloroso mientras su visión volvía a la normalidad, y se sentía sorprendentemente llena. Debía ser la sangre de Casio la que había saciado su deseo de más; esa sensación ardiente en la parte posterior de su garganta había desaparecido. Aunque si no se hubiera visto obligada a detenerse, sabía que su mente todavía estaría fija en beberlo todo. Pensar en las palabras la hacía sentirse enferma, y sentir la sangre seca en su rostro y mirar hacia abajo a su sudadera no lo mejoraba en absoluto.