Aila contuvo la respiración ante las palabras de Casio mientras lo miraba con cautela. Su corazón latía con fuerza en su pecho por la angustia, pero asintió en respuesta, sintiéndose dividida entre la leve confianza que le concedía; era a la vez fingida y sorprendentemente sincera. Fue entonces, cuando dejó que Casio la guiara hacia un amplio salón de dibujo, que se dio cuenta de que su plan iba a ser mucho más difícil de lo que inicialmente creía.