—Creo que deberías usar faldas más a menudo —murmuró Damon, con voz entrecortada.
Su dedo se deslizó dentro de ella, y retiró la cabeza, mirándola como si fuese una comida deliciosa. —Siempre lista para mí. Sería una pena si te provocara —dijo con voz ronca, sus ojos iluminándose divertidos ante su horror en el rostro—. Pero has estado provocándome toda la noche, bailando con tus amigas —su dedo comenzó a entrar y salir de su núcleo exasperantemente lento—. Ignorándome, sacudiendo ese dulce trasero. Pero mi paciencia se ha agotado; siempre puedo castigarte en otro momento.
—¿No nos estamos poniendo un poco codiciosos? —Damon sonrió con suficiencia—. Desabrocha mis pantalones y libérame.