Aila observó al hombre de cabello dorado. Un hombre que cambió su percepción de las criaturas y superó los años de odio inculcados en su mente y ayudó a Aila a escapar de una vida de miseria. Sabía que no era una hazaña fácil, pero verlo ahora solo, sin su padre susurrando palabras malignas en sus oídos, la emocionaba. Como los demás en la suite lujosa, Chase había estado allí desde el comienzo de su doloroso viaje para convertirse en una mujer lobo.
—Chase. —Sus cejas se alzaron sorprendidas antes de que sus ojos evaluaran sus rasgos y cuerpo. Parecía resplandecer, recién duchado, sin cortes ni moretones en su guapo rostro. No parecía lastimado en absoluto. Pero ella recordó de la videollamada.
—Aila. —Su profunda voz la sacó de su ensoñación. Rodeó el sofá y lo abrazó; su cuerpo rígido se relajó, y él la atrajo más hacia él.