Aila giró su cabeza hacia Silas; su preocupada expresión se transformó en una de sabor amargo en su boca. Pero rápidamente se compuso, dejando caer en su lugar una máscara de dureza. Silas levantó su mano y le hizo señas para que se acercara como si ella fuera a colocar su mano en la de él. Aila resopló y caminó hasta la mitad del camino, pidiendo a Chiara, Kane y Finn que avanzaran para recoger a los demás niños.
—Déjalos ir ahora —dijo ella severamente—. Y yo iré el resto del camino.
—¿Qué tal si hacemos esto al mismo tiempo? Eso parece justo, ¿no te parece? —Silas sonrió con suficiencia después de ver cómo su ardiente mirada intentaba derretirlo.