—¿De dónde sacaste eso? —La mirada de Ajax recorrió perezosamente su cuerpo, y un destello de apreciación cruzó sus ojos mientras buscaba el lugar de donde provenían sus cuchillos.
La mano que sostenía su cuchillo comenzó a girarlo distraídamente, mostrando algunas habilidades que nunca supo que Ajax tenía. Esta pequeña acción fue lo que la sacó de su estupidez. Nunca actuó como una colegiala enamorada de un chico, y no estaba a punto de comenzar ahora.
Chiara alzó las manos y bajó sus mangas, mostrando siete cuchillos amarrados a sus antebrazos. Cuatro de un lado y tres del otro. El octavo con el que Ajax jugaba ahora. Sus ojos se abrieron de par en par, y echó un vistazo a la seriedad grabada en sus facciones.
—Demonios, chica, tienes serios problemas de confianza si llevas ocho armas contigo —bromeó, pero su sonrisa se desvaneció después de ver cómo se cerraba ante él.