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—Oh no, él no te ayudará —suspiró Darius al apartarse de su fácilmente accesible entrada.
Aila observó su longitud que se alzaba, haciéndola entrecerrar los ojos ante lo que quería hacer. Pero ya el deseo no tenía nada que ver. Darius podría sentir y leer lo que ella quería. ¿Se lo permitiría? ¿O debería simplemente seguir su comando? Su cuerpo estaba ahora demasiado sensible, y necesitaba distraerse.
Esa distracción vino del lazo. Aunque, parecía hacerla aún más excitada. Aila podía sentir su deseo a través del lazo, escuchando sus traviesos pensamientos si se concentrase. Él quería follarle la boca, y ella estaría encantada de hacerlo. Pero él no decía nada, y ella no quería que él supiera que le estaba escuchando.
Aila entrecerró los ojos hacia él —¿Qué quieres?