Aila se acercó a la celda donde estaba Darren. La espalda del Delta estaba contra la pared, con las piernas extendidas frente a él. La sangre en su rostro bajaba desde el lado de su frente, nariz y piel rajada en sus mejillas junto con labios hinchados y magullados. Aila sabía que sanaría en unos minutos, y el dolor sería temporal a menos que Damon usara acónito en él.
—¿Has usado acónito en él? —preguntó Aila en voz baja a través del enlace mental a Damon. Sus ojos seguían fijos en el Delta sentado en el suelo.
—No —la profunda voz de Damon flotó en su mente. Aila no lo miró. No sabía cómo se sentía al ver a Darren.
Aila sabía que Damon quería verlo muerto, pero ella decidió tenerlo encerrado hasta que tomara su decisión. Era inevitable que Darren fuera golpeado, aunque ella esperaba que fuera otro miembro de la manada; él era, después de todo, parte del plan para derribarla. Aila apretó los dientes al pensarlo.