Aila siguió a Hollie hasta su pequeño grupo de amigas; algunas estaban haciendo collares de margaritas y colocándolos por todas partes, en su cabello, alrededor de sus cuellos, muñecas e incluso intentaban hacer anillos. Hollie se sentó junto a ellas, pero Aila no la siguió; tenía mucha energía y sabía que se volvería loca si se sentaba. Había un esquema de rayuela pintado en el suelo junto al campo, y así comenzó a saltar sobre él.
Después de terminar su tercera ronda de rayuela, se volvió para encontrar a una chica mayor y regordeta de pie al inicio, con los brazos cruzados y una mueca en su rostro. Aila parpadeó de vuelta, sin atreverse a hablar y esperó lo que estaba por venir.
—¿Cómo te llamas, niña nueva? —La niña regordeta frunció el ceño mientras miraba a Aila de arriba abajo.
—Aila —ella respondió y comenzó a caminar hacia las chicas en el campo, haciendo collares de margaritas.
—Aila. Qué nombre tan horrible —la chica la siguió—. tus padres tienen un gusto terrible.