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El corazón de Aila se sentía como si fuera a estallar. Sabía, por supuesto, que los cazadores vendrían por ella, eventualmente, pero la vida de su manada pesaba mucho sobre su conciencia. Damon, su pareja, si algo le sucedía por causa de ella, no podría soportarlo, su corazón se cerraba solo de pensar en ello. ¡Chase ya estaba muerto por su culpa, y era alguien a quien Silas supuestamente amaba!
Aila giró la cabeza de vuelta al pueblo y casi saltó por el enlace mental que recibió:
—Aila, ¿dónde estás? ¿Estás a salvo? Era Ajax.
—Estoy... ¿Qué está pasando? —vinculó mentalmente al cambiante mientras sus ojos estaban fijos en Gabriel. Ahora le tenía mucha desconfianza. La forma en que hablaba y actuaba era inquietante.
—¡Han llegado refuerzos!
—Bien. ¿Chase fue... fue disparado? —preguntó.
—¿Chase? Oh, el hijo de Silas. No, creo que... No. Silas se lo llevó consigo.