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Aila tragó suavemente, pasando por encima del nudo seco en su garganta. —No me matarás —dijo ella con calma, sin rastro alguno de miedo tembloroso en su voz. Malia murmuró orgullosa ante la fuerza que Aila estaba demostrando frente a su enemigo.
Silas accionó el mecanismo de la pistola, encajándolo en su lugar mientras su mano firme permanecía apuntándola, —No, pero siempre puedo vaciar estas balas en ti. Hiriéndote hasta el punto en que desearías la muerte. Pero te lo estoy pidiendo de manera educada... —Aila miró por el cañón de la pistola, recordando la última vez que enfrentó un dilema así. Quiso burlarse de él en su cara, pero pensó que era mejor mantenerse compuesta frente a un hombre tan temperamental.