Lina siempre admiró a las mujeres que hacían sacrificios por el bien común. Con la admiración venía el asombro y luego la curiosidad. Se preguntaba cómo alguien podía reunir tal valentía. No supo la respuesta a eso hasta hoy.
Mirando hacia la distancia, vio a la multitud de gente. Sirvientes rápidos en sus pies, doncellas corriendo de un lado a otro, mayordomos organizando los detalles y planificadores apresurándose para tener todo listo. Las flores se marchitaban al inicio del Invierno, pero los jardines del palacio brillaban más que en Primavera.
Los niños reales correteaban con sus amigos, haciendo bromas aquí y allá, burlándose de las ama de llaves que los regañaban. Su risa llenaba el jardín; inocente y encantadora.