Kade despertó a la mañana siguiente perdido y confundido. Entrecerró los ojos, sintiendo algo suave descansando sobre sus brazos. Instantáneamente, retrajo la mano, levantándose de un salto.
A través de su visión cansada, vio a una mujer desnuda. El horror le amaneció. Su cabeza se giró hacia la tetera en el escritorio. ¿Qué había pasado anoche? Todo lo que recordaba era haber visto rojo.
Lina.
Kade recordó haber visto a Lina. Pero la mujer en sus brazos no era ella. No. Ella tenía cabello como heno de caballo.
Priscilla.
—¡Bruja! —gruñó Kade, volteándola bruscamente.
Kade estaba repugnado por la vista de su cuerpo. Sus pechos desnudos y sus muslos al descubierto. Nada de eso podía compararse con Lina. Jamás.
—Eh… ¿qué? —Priscilla abrió los ojos. Su rostro se palideció. Sintió cómo la sangre se le drenaba de las facciones. Despertó ante su ira. Intentando protegerse rápidamente, abrazó sus túnicas descartadas.