Angélica caminaba de un lado a otro en su habitación sintiéndose ansiosa mientras su hermano la seguía con la mirada hasta que se mareó y desistió.
—¿Por qué no me lo dijiste primero? —lo regañó ella.
—Lo siento. Pensé que era la oportunidad adecuada —dijo él.
Ella dejó de caminar y lo miró. —¿Por qué se lo dijiste a él? —preguntó con curiosidad—. Ella pensaba que a él le gustaba más el Rey.
—Él es honesto. Si se lo digo, conoceré sus intenciones. No fingirá ser amable para luego traicionarme.
Angélica no lo conocía tanto como su hermano, así que confiaba en su intuición. —¿Y el Rey?
—No puedo saber con certeza si puedo confiar en él —respondió Guillermo.
Si el Rey era encantador, entonces sería difícil saber lo que estaba pensando si Guillermo se lo decía. Ella estaba orgullosa de su inteligente hermano.