—Silencio... tan valioso.
Aries exhaló, recostándose en la bañera mientras el agua tibia abrazaba su cuerpo. Inclinó la cabeza hacia atrás hasta que sus ojos miraron el techo alto.
—Realmente se esforzó hoy. Cada segundo parece que estoy tratando con otra persona. —Su expresión se volvió sombría mientras revisaba su día con Abel—. Nunca deja de encontrar formas de estresarme.
Una risita se le escapó, que pronto se convirtió en oleadas de risas. Su única consolación por todo eso era que Abel tenía que soportar ver su peso hasta que temblaba. Incluso cuando ella lo señaló, lo negó para salvar su imagen.
—Qué terco... —Su sonrisa se desvaneció tan pronto como se dio cuenta de que estaba riendo—. ... ¿qué estoy haciendo?
Aunque Abel la estresaba, Aries no se había dado cuenta hasta ahora de que ya no sentía el temor inicial que sentía antes. Podría ser porque se estaba acostumbrando a Abel. Así, se relajaba cada vez más en su compañía.