Cuando Aries abrió los ojos, lo primero que vio fue la parte inferior del rostro de Abel. Cerró cuidadosamente los ojos una vez más, exhalando. Aún podía sentir un leve dolor de cabeza. Así que, quería fingir que seguía dormida ya que no estaba lista para perder sus neuronas hablando con él.
«Él me hizo beber veneno», pensó, ni siquiera sorprendida en este punto. «Pero... él dijo que lo bebió. Si esa pequeña cantidad casi me mata, ¿por qué él sigue vivo? Quien haya hecho ese veneno subestimó a este lunático. Las malas hierbas nunca perecen».
Tal vez era porque Aries sabía que podría morir en cualquier momento en este lugar sin razón alguna. Por eso no sentía nada en particular. Bueno, estaba aliviada de despertar a pesar de haber consumido té envenenado.