Aries entrecerró los ojos, lanzando una mirada crítica a Conan, que estaba frente a ella. Este último se aclaró la garganta, poniendo su puño frente a sus labios.
—Mi dama, no tiene que mirarme así —murmuró mientras las miradas de ella empezaban a molestarle. Era mejor si Aries simplemente expresaba lo que sucedió ayer.
—Señor Conan, ¿he dicho algo que le haya enfadado? ¿Cómo puede enviarme como tributo para apaciguar a Su Majestad?
—Jeje... mi dama... —Conan mostró una sonrisa incómoda mientras Aries fruncía el ceño.
—Usted sabe que Su Majestad podría considerar mi acción como insolencia y matarme, ¿verdad? —Aries señaló para tirar de su pequeña conciencia.
—Mi dama, por favor perdóneme. ¡Juro que estaba seguro de que Su Majestad no llegaría a ese extremo!