—Estrella.
—Había pensado en girarme para mirarla, pero primero el reloj sobre la mesa lateral cerca de la cama captó mi atención, ya casi eran las seis. Hacía casi cuatro horas que estábamos aquí.
—Chay, mira qué tarde es —casi grité, pero me contuve en el último minuto.
—Bueno, sí, hemos estado aquí un buen rato —no parecía sorprendida por la hora para nada—. Vamos, terminemos de prepararte para que podamos bajar a cenar.
—¿A qué te refieres con prepararme?
—Bueno, necesitas algo que ponerse que vaya con tu nuevo aspecto —sonreía al decirme eso.
—¿Como qué? —No se me ocurría nada que pudiera acompañar este aspecto.
—Tu vestido nuevo, tonta —tenía una sonrisa tan grande que de repente sentí que todo esto era una gran trampa.
—¿Planificaste todo esto?
—¿Yo? —puso una cara tan falsamente inocente que era obvio—. Por supuesto que sí —sonrió, ni siquiera lo negó.
—¿Por qué? —No sabía por qué, pero sentía que aún estaba planeando algo.