—¡Su Majestad! —Los gemelos gritaron en cuanto divisaron una sombra familiar pasando rápidamente junto a ellos.
—Ahí estabas —Elías disminuyó la velocidad y miró a los asesinos con desdén—. Disparen a sus brazos y piernas, quiero a unos cuantos vivos.
—Por supuesto, Su Majestad —dijo Easton con fluidez.
—Si estás yendo hacia Adelina, ¿dónde está Lydia? —preguntó Weston.
Elías y Easton intercambiaron miradas. —Está en la habitación, escondida bajo el escritorio como la apropiada hija de un magnate de la armería —soltó una risita.
Weston empujó a Easton hacia la habitación. —Haz lo que ha dicho Su Majestad, ve.
Easton abrió la boca sorprendido ante su hermano mayor. —¿Por qué tengo que ir yo? ¡Si ni siquiera me gusta ella tanto!
—Tú estabas de acuerdo con Dorothy, así que lo menos que puedes hacer es proteger a la mujer que deseas que sea Reina —siseó Weston—. Además, ya matamos a la gente aquí. Solo ve.