La mañana siguiente, Adeline estaba bajo una atenta vigilancia. Estaba sentada en la mesa del comedor desayunando. Sus ojos la observaban intensamente, captando cada acción, las más pequeñas y las más grandes. Mientras ella se moviera, su atención estaba en ella.
Adeline se sentía como una rata de laboratorio bajo una lupa. ¿Qué tenía de interesante verla comer? Se había tocado la cara en varias ocasiones, preguntándose si tendría algún pedazo de comida o salsa en alguna parte.
Finalmente, a los cinco minutos del enfrentamiento de miradas, ella soltó sus utensilios. —¿Qué pasa? —preguntó.
—¿Quieres probar un bocado de mi comida? —Adeline tomó la sopa, lista para alimentarlo si él decía que sí.
—Prefiero que tú tomes un bocado —dijo Elías. Había escuchado de Easton que Adeline había comido bien bajo su vigilancia. Pero al hablar con las criadas se reveló que su plato estaba desordenado y parecía que la comida había sido jugueteada.