—¿Qué le dijiste al Rey para que se fuera tan fácilmente? —preguntó Lydia en cuanto él salió por la puerta. Habían hablado en susurros apagados que ella no pudo oír.
Adeline se rió torpemente. Se rascó suavemente el lado de la cara y sonrió con ironía. —Entonces, ¿la panadería?
Lydia se animó rápidamente. Estaba feliz de ver que Adeline no estaba tan angustiada como había predicho. Todo su preocupación había sido en vano. No quería un baño de sangre con su amiga. Ciertamente tampoco quería luchar por un hombre.
—Está situada en el centro de la capital. La tienda es de un amigo…
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Adeline y Lydia pasaron el resto de la tarde juntas. El tiempo pasaba sin esfuerzo siempre que charlaban. Lydia informó a Adeline de los últimos cotilleos, mientras que Adeline explicaba su encuentro con el Rey. Deliberadamente omitió la parte de su noche de borrachera y cómo había ido a un hotel con un hombre. Por lo que Lydia sabía, un "amigo cercano" había acompañado a casa a Adeline.