Elías observaba en silencio cómo ella dormía en sus brazos. Usaba su brazo como almohada y se había acurrucado contra él. Enterró su rostro en sus hombros, su suave respiración le hacía cosquillas en el cuello.
Nunca había sentido este tipo de sensación antes, la de abrazar a alguien en su sueño. En el pasado, mucho antes de que ella naciera, nunca se quedaba toda la noche. Jamás. Los besos estaban prohibidos, y los abrazos también. Pero ella rompió todas sus reglas, quedándose en sus brazos mientras él la besaba con cariño.
—Hn…
Elías la miró con preocupación. A ella le gustaba murmurar y refunfuñar en su sueño. A veces, eran palabras incoherentes, otras veces, apenas podía entender su pronunciación. Estaba acurrucada como un gato. Sin previo aviso, movió su cuerpo. Lanzó una pierna sobre su cintura y colocó una palma en su pecho, justo donde estaba su corazón.
—Eli…