Easton no entendía la importancia de vigilar a la Princesa mientras comía. Su cabello cubría la mitad de su rostro cuando comía. Creaba una cortina que bloqueaba su vista de su boca.
Sin embargo, comía bien, llevando el tenedor a su boca varias veces antes de enfocarse en un plato diferente.
Easton nunca fue de cuestionar las decisiones de Su Majestad. Permanecía junto a las grandiosas paredes del comedor, observando a la Princesa.
Eventualmente, ella dejó los utensilios y delicadamente se limpió la boca con un pañuelo. Nunca se había dado cuenta antes, pero era bastante elegante. Su postura al sentarse era recta y sus piernas estaban plantadas perfectamente sobre el suelo.
Easton suponía que había diferentes facetas en ella aparte de la demure y melancólica.
—¿Terminaste, Princesa? —preguntó Easton una vez que ella se puso de pie. Lo hizo de manera que la silla no raspara detrás de ella.
—Sí.