Elías se preguntaba qué encontraba Adeline tan encantador en este idiota. Lanzó una mirada desinteresada hacia el guardaespaldas inconsciente. Ya había una silla colocada en las mazmorras para que él tomara asiento.
Elías se sentó sin decir otra palabra. Cruzó una pierna sobre la otra e inclinó la cabeza. Observó al guardaespaldas. Cabello castaño oscuro y ojos avellana que recordaban a un perro beagle. Quizás Adeline solo quería una mascota. Aunque era una fea.
—Despiértenlo —ordenó Elías—. Necesitaba que su víctima estuviera despierta durante la paliza.
—Veo que todo está ya preparado —agregó con una voz divertida—. En la esquina de la sala de retención había una mesa limpiada con cosas para usar. Iba desde equipos quirúrgicos hasta martillos y sierras.
—¿Estás seguro de esto? —murmuró Easton—. Este es el guardaespaldas de la Princesa Adeline. Una vez que ella se entere de esto...