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—Si yo fuera tú, dejaría de provocarme —dijo Weston, sus manos tornándose blancas de tan fuerte que sujetaba los utensilios.
Weston vio su atención desviar hacia sus dedos y luego a sus ojos. Esmeralda contra rubí, tierra contra fuego, ella no dudó en mirar directamente a su mirada.
—¿O si no qué? —Lydia lo desafió.
A pesar de todo, Lydia decidió bajar su arma y dejar de poner a prueba su paciencia. Aunque, le gustaba verlo irritado y molesto por ella.
De hecho, Lydia se sentía empoderada por la influencia que tenía sobre él. Era una emoción que nunca dejaría de buscar y una euforia de la que nunca bajaría.
—Hay muchas superficies donde darte una azotada —gruñó Weston—. Empezando por desperdiciar la comida.