Después de su baño, Elías envolvió a Adeline en una toalla blanca, la secó y la ayudó a vestirse. Era difícil y ella necesitaba su guía.
Elías podía ver la consternación en sus ojos cuando sus piernas quedaban sin fuerza. También la ayudó a cepillarse los dientes, de pie detrás de ella, con un brazo rodeando su cintura, sosteniéndola en posición erguida mientras ella se cepillaba.
A Elías no le importaba en lo más mínimo. Disfrutaba sostenerla en sus brazos, abrazarla y tenerla cerca de él. Le brindaba una sensación de confort. Ella dependía de él para el apoyo como él dependía de ella por amor.
—¿Peso mucho? —preguntó Adeline una vez que ambos se habían cepillado los dientes y él la llevaba a la cama. La acostó y se metió bajo las mantas con ella.
—Desearía que así fuera —murmuró Elías—. Así sabría que estás comiendo como es debido.