Adeline estaba aterrorizada. En su coma, había oído violencia y gritos. Escuchó cosas rompiéndose, madera partiénzose, y porcelana estrellándose. Oyó llantos que le rompían los tímpanos.
Adeline sentía como si flotara en la oscuridad, con ocasionales caricias en su rostro y cuerpo. Había visto un túnel de luz en la distancia pero nunca se acercó, porque tenía miedo de los ruidos. Pero cuando por fin se encontró con el silencio, sintió la necesidad de detener la luz. Y cuando lo hizo, Adeline se encontró mirando hacia arriba al techo.
—¿Dónde...? —El cuerpo de Adeline tembló mientras giraba la cabeza.
Todo le dolía. Sus piernas estaban entumecidas y sus músculos adoloridos. Piquetes y cosquilleos pinchaban su piel, y se dio cuenta de que estaba en el dormitorio de Elías.