Los actores de la casa embrujada se preguntaban si era un mal momento para interrumpirlos. Estaban esperando en su lugar, confundidos de por qué nadie venía hacia ellos. Escucharon un grito femenino no hace mucho, lo que significaba que deberían haber pasado por la carroza y la bailarina ya. ¿Dónde estaban las dos parejas?
Sin que ellos lo supieran, ambas parejas estaban en sus propios mundos.
—¿Y si hay cámaras? —preguntó Adeline, apartándose del beso. Elías sujetó su barbilla con más fuerza, besando su mejilla y frente.
—Cegaría a quienquiera que esté mirando —respondió Elías, acercándola, pero con su gran vientre en el camino, era difícil. Y los bebés acababan de patearlo. Él sintió su poderoso golpe y ella se estremeció.
—Mocoso —siseó Elías. Sin embargo, colocó su mano sobre su estómago y lo frotó, aliviando su dolor. Ella se relajó un poco más, con los hombros sueltos.