Al ver su expresión desgarrada, Elías no quería presionarla para el aborto. Era evidente que ella nunca había accedido a él. Había una opción extrema. Podría simplemente matar al niño, borrar sus memorias y fingir que nunca pasó nada.
Pero Elías sabía que ella se enteraría. No importaba cuán perfecto fuera el hechizo, ella sabría. Y ahora, escuchó que se lo contó a Lydia, Stella y Evelyn. Demasiadas personas sabían. Demasiadas personas a las que tendría que matar.
—Elías, ¿crees que es niño o niña? —preguntó ella suavemente, tocando su estómago afectuosamente.
Elías la miró boquiabierto. ¿Estaba preguntándole eso en serio? Ella alcanzó su mano, y él admiró lo pequeñas que eran comparadas con las suyas. Dejó escapar un pequeño suspiro, sostuvo sus dedos y tomó asiento en el borde de su cama.
—No sé, querida —murmuró Elías.